El cuidado del las rodillas en la práctica del yoga

Introducción 

La rodilla es quizás una de las articulaciones más sobreexigidas por la práctica del yoga moderno, ya que, por ejemplo, en algunas posiciones sedentes y meditativas como vīrāsana o la postura del héroe, requiere un notable grado de flexión y de rotación pasiva de la misma. Aunque de todas formas, siempre es bueno recordar que nuestro cuerpo solo es capaz de realizar posiciones diferentes a través de la interacción de las muchas articulaciones que poseemos, poner el foco en una parte determinada siempre ayuda a comprender mejor luego cómo estas partes se interrelacionan entre sí.

Ilustración de vīrāsana en el manuscrito persa Bahr al-hayat c. 1602, una postura que requiere de una importante flexión (pasiva) completa de la rodilla.

A diferencia de otras formas de ejercicio modernas donde no es tan frecuente realizar demasiadas posiciones sobre las mismas, el yoga postural moderno se caracteriza por diversos ejercicios que ponen carga o presión directa sobre estas. Esto es sin duda una influencia directa y remanente del pasado histórico de la práctica que ponía, sobre todo, énfasis en las posturas sedentes e inmóviles y aptas para los estados de introspección típicos de las prácticas meditativas que generalmente necesitan de una buena flexión de las rodillas para poder realizarlas de manera confortable. 

Paradójicamente el yoga, como forma de ejercicio moderno, suele practicarse en una cultura urbana global donde predominantemente usamos sillas y por lo tanto nuestras rodillas y caderas no suelen estar entrenadas para estas posiciones. Esta situación ha conducido en muchos casos a lesiones sufridas por practicantes de modo directo o indirecto por una inadecuada adaptación de la práctica a las condiciones de salud, edad y particularidades individuales. Si bien esta realidad puede extrapolarse al resto del cuerpo, las lesiones en las rodillas y su complejo entramado de estructuras de tejidos blandos cohesivos como los ligamentos no son infrecuentes. Más de una vez he podido observar alguna práctica de yoga informal como las que hoy florecen en los parques de las ciudades del mundo entero, y como los asistentes mantenían por largo tiempo diversas posiciones sobre las rodillas, forzando claramente la articulación y sin tener en cuenta si esto era adecuado o no para las mismas a corto y largo plazo.

Aunque podríamos argumentar que usar las rodillas para gatear o flexionar y rotar en toda su posibilidad articular realizada de manera adecuada tenga sus inobjetables beneficios, sin el conocimiento apropiado, con el tiempo, las mismas nos recordarán que nos hemos excedido y nos los harán saber a través del dolor, procesos inflamatorios o un desgaste acelerado de los cartílagos. 

Como en el resto de artículos que componen esta serie de profundización sobre la adaptación de los ejercicios de yoga en relación a las articulaciones, un punto de partida importante es comprender cómo se mueven nuestras rodillas desde una perspectiva anatómica y funcional.

La movilidad articular de la rodilla

A diferencia de otras articulaciones en nuestro cuerpo que poseen un rango de movilidad más amplio como la muñeca o el hombro, la rodilla tiene uno más limitado y la particularidad que la rotación interna y externa solo se pueden realizar si la rodilla está en flexión. Veamos entonces cómo se denominan estos movimientos desde la anatomía:

  1. Extensión de la rodilla: esta posición la realizamos cuando estamos quietos en bipedestación o bien con las piernas estiradas en el suelo en posición supina. La amplitud normal de movimiento se considera 0° grados, aunque no es infrecuente que determinados individuos tengan rodillas con cierto grado de hiperextensión. Podemos comprobar esto por nosotros mismos desde la posición del palo o dandasana observando si los talones se elevan del suelo algunos centímetros o no empujando la parte posterior de la rodilla hacia el suelo tensando el muslo. Algunos individuos, tal como pasa con el codo, una articulación que podemos pensar emparentada con la rodilla desde una perspectiva evolutiva, pueden elevar unos cuantos centímetros el talón del suelo sin que esto sea necesariamente evidencia de una lesión o algo patológico. 

  2. Flexión de la rodilla: en esta acción acercamos el talón a la nalga y en su forma pasiva puede alcanzar los 150° grados y unos 120° de manera activa. La amplitud depende en gran medida de la posición de la cadera, con esta última en flexión es mayor y con la misma en extensión menor. Flexionamos la rodilla en una amplitud normal al caminar y en una mayor al subir escaleras o montar en bicicleta.

  3. Rotación externa de la rodilla: esta acción conjuntamente con la de rotación interna, solo es posible si la rodilla se encuentra previamente en flexión. Su amplitud de movimiento es de 30º a 40° grados. No es un movimiento muy habitual en el día a día, pero sí más frecuente en actividades como la danza o las artes marciales.

  4. Rotación interna de la rodilla: Su amplitud de movimiento está en torno a los 30° grados. Es un movimiento común en deportes como el fútbol donde se utiliza para darle efecto al balón al patear y también en los ágiles movimientos de piernas del boxeo.

Músculos asociados a la rodilla

Comprender qué músculos movilizan la rodilla nos dará luego algunas claves para desarrollar estrategias de fortalecimiento, coordinación y movilidad que nos ayuden a mejorar el desempeño de las mismas. De todas formas es mejor pensar en estos no solo como unidades individuales, sino como partes de las cadenas miofasciales que componen el paisaje funcional del cuerpo humano. El terapeuta, educador y pionero de la investigación en el emergente campo sobre el tejido conectivo humano Tom Myers, ha desafiado este modelo reductivo a través de sus propias investigaciones en disecciones cadavéricas. En sus propias palabras: “La idea de tener ‘600 músculos’ es un acto de imaginación antiguo y muy generalizado.” [1] Con esta afirmación no niega la existencia de los músculos como entidades individuales, sino que las comprende dentro de un paradigma integrador y funcional. Este modelo conceptual que Myers ha llamado tensegridad o biotensegridad [2] amplía la visión cartesiana y reduccionista de la biomecánica donde generalmente los músculos son tratados como entidades independientes y no interrelacionadas. En la obra de Myers y algunos científicos que han seguido sus ideas como Robert Schleip se puede comprender e indagar en las bases empíricas de sus descubrimientos.[3] De todas formas como punto de referencia y compresión veamos las acciones musculares atribuidas a la rodilla. 

Masaje de los ligamentos, rótulas y trabajo propioceptivo

Siempre un buen comienzo antes de ocuparnos de la movilidad o el fortalecimiento de los músculos de nuestras rodillas, es incluir algo de trabajo sobre los ligamentos que también nos ayudará a mejorar y refinar nuestra propiocepción “poniendo la lupa” en esta parte en particular de nuestra anatomía. Comenzamos deslizando los pulgares por debajo de la rótula para masajear el tendón rotuliano así como también por encima de la misma hacia donde convergen los tendones del cuádriceps y lo mismo en el caso de los costados para dar masaje a los ligamentos laterales. 

Otro ejercicio recomendable son los movimientos circulares de la rótula que deben realizarse de manera delicada y con las piernas estiradas en el suelo de modo tal que las rodillas permanezcan en una extensión pasiva. De otro modo si la rodilla está en flexión la rótula queda bloqueada por los cóndilos femorales [4] y no nos permitirá moverlas. Todos estos movimientos aparte de ayudar al movimiento del líquido sinovial y la consiguiente reducción de los desechos metabólicos y sustancias inflamatorias que causan inflamación y dolor, [5] nos harán tomar conciencia de la falta o exceso de movilidad de las mismas.

 Llegados a este punto al realizar esta exploración es importante preguntarse: ¿Cómo son nuestras rótulas? ¿Tienen exceso o deficiencia de movilidad? ¿Hay una con mayor movilidad que la otra?  Estas mismas preguntas podemos formularlas al explorar los diferentes movimientos anatómicos de las rodillas. Por otro lado, movilizar las rótulas muchas veces suele ser un ejercicio resistido porque solemos experimentar una sensación a veces definida por algunas personas al realizarlo como “repelús”. Creo que posiblemente esto se deba a la sensibilidad inherente a la zona y su inervación tal como pasa con el codo. Superada esta dificultad inicial es un ejercicio de rutina que complementa bien el resto del trabajo.

En relación a estas estrategias, vale la pena recordar que han formado parte de las diferentes tradiciones de masaje y automasaje desarrolladas a lo largo de la historia humana como una forma de disminuir el dolor y afortunadamente han ido ganando espacio en algunas de las muchas variantes del yoga postural moderno como el yoga terapéutico.

Ejercicios de movilidad

Los ejercicios básicos de movilidad se explican en detalle en la serie de movilidad articular [6] y aquí se desarrollan de una manera extendida para implicar también el movimiento de rotación.

Flexión / extensión de la rodilla: doblar la pierna acercando con las manos el talón del pie hacia las nalgas tomándonos con las manos de la espinilla para producir una flexión pasiva de rodilla. Luego inspirar sujetando la parte posterior con ambas manos del muslo sobre los isquiotibiales y elevar por encima del suelo la pierna. Espirar el aire mientras realizamos la flexión e inspirar durante la extensión. Repetir entre 6 y 8 veces los movimientos hasta comenzar a sentir que la rodilla, sus músculos y tejido conectivo circundante se activan. Es importante tener en cuenta que si bien estamos moviendo la rodilla también hacemos lo propio con la cadera, por ende este es un ejercicio de coordinación de movimientos básicos de la extremidad inferior.

Ejercicio de rotación de la rodilla

La acción de flexoextensión de la rodilla es fácilmente reconocible por la amplitud del movimiento, pero no sucede lo mismo con la rotación de la misma que no es tan evidente. Para practicarlo comenzamos el ejercicio sentados en una silla manteniendo las piernas en paralelo, giramos los pies hacia afuera (rotación externa) y hacia adentro (rotación interna). Para reconocerlo podemos rodear con las manos la tibia inmediatamente por debajo de la rodilla haciendo que la punta de los dedos rodee la tuberosidad tibial y realizar movimientos de rotación. De esta manera podremos sentir el desplazamiento de la tibia hacia dentro y hacia fuera que es un movimiento coincidente con el de las rotaciones. 

Una vez que hemos reconocido dicho movimiento de manera individual, podemos practicar la coordinación de ambas rodillas con rotaciones en simultáneo en efecto espejo o de manera asimétrica sujetando un bloque de yoga o un balón entre medio de las piernas que nos ayudará a mantener la apertura de las caderas y a no confundir los movimientos de las últimas con los de la rotación de la tibia.

Lo importante de comprender estas acciones radica en que luego podemos aplicar este conocimiento a la adaptación de estos estándares a los propios o bien a nuestro estado de salud, edad, etc. Con un poco de práctica no hace falta disponer de un goniómetro (ver artículo sobre los tobillos) para descubrir cuáles de estos movimientos cuesta más o menos. Un ejemplo práctico de esto es el movimiento de rotación interna de la rodilla, que aparte de ser restringido naturalmente como hemos visto en torno a unos 30° grados, este suele ser forzado durante las clásicas posiciones meditativas del loto y medio loto y en menor grado en la posición fácil o sukhasana. Aquí omito hablar de la cadera y el tobillo que también tienen un rol importante en la ejecución de esta postura, pero no es infrecuente que los practicantes fuercen la articulación en busca de la llamada “posición final” dañando sin querer las mismas. Algunos ejercicios de movilidad que veremos luego nos ayudarán a que estas acciones sean más fáciles de realizar y si fuera el caso, evitarlas para no sobreestirar los ligamentos y demás estructuras de tejidos blandos que componen la misma.  

Ejercicios de fortalecimiento

En algunos casos no bastará con tan solo movilizar las rodillas sino que podemos desarrollar estrategias de fortalecimiento a través de la práctica de algunos ejercicios utilizando tobilleras o bandas de resistencia. Por lo general esta idea suele ser rechazada o aceptada a medias en muchos de los sistemas de yoga postural moderno, al sostener que con la práctica a secas sin ningún tipo de accesorios es suficiente. En mi propia experiencia en la búsqueda de  adaptaciones y mejoras concretas en partes determinadas del cuerpo,  su utilización, me ha demostrado la validez de este enfoque más amplio, que utilice según la conveniencia pesos, bandas o ejercicios preparatorios para mejorar algunos de los ejercicios y rutinas recurrentes en la práctica.

Esta fase inicial del entrenamiento puede servir a personas que se recuperan de lesiones como en el caso de alguien que ha pasado un largo tiempo postrado o con una escayola, o bien cuando existe una debilidad generalizada de la musculatura de la extremidad inferior o queremos trabajar acciones muy específicas como la rotación de la rodilla que en general no se suele entrenar de modo aislado. Para un trabajo de tonificación general una vez que la fuerza de las piernas es óptima, podemos recurrir a posturas tales como utkaṭāsana en su forma estática y en variaciones dinámicas más cercanas a las conocidas sentadillas. 

Ejercicio básico con banda o tobillera

Sentados desde una silla con una tobillera o una banda elástica circular tomada al tobillo repetir entre 10 y 20 extensiones de rodilla. También se pueden añadir isometrías manteniendo la rodilla en extensión completa por un lapso de entre 5 y 10 segundos para ayudar a consolidar la fuerza. 

Ejercicio en decúbito prono con tobillera

Aquí partimos posicionando el cuerpo boca abajo y realizamos flexiones de la rodilla acercando el talón a la nalga realizando ciclos de 10 repeticiones con una pierna y luego con la otra. Luego repetimos con ambas el mismo ejercicio flexionando ambas rodillas a la vez. Es importante no sobrecargar la zona lumbar, para esto podemos limitar el grado de flexión de las rodillas y siempre priorizando realizar el ejercicio de manera confortable. A diferencia del ejercicio anterior, al regresar a la posición de extensión de la rodilla cuando el talón está cerca de la nalga, vamos en contra de la gravedad durante trayecto de ascenso a los 90 grados de la tibia. A consecuencia esto nos ayudará a tonificar los isquiotibiales. Por ende se puede pensar en estos dos ejercicios como complementarios. 

Ejercicio de rotación externa con resistencia

Aquí volvemos a sujetar el balón o un ladrillo de yoga para mantener las caderas abiertas y con una banda sujeta a un pie resistimos la rotación externa de la rodilla. A modo de trabajo de exploración y toma de conciencia de los músculos implicados, podemos dejar las manos en la parte posterior de la pierna para poder sentir la tensión de los tendones que convergen en la parte posterior de la rodilla o incluso sentir la tensión en los mismos isquiotibiales, que como hemos visto anteriormente, con la ayuda de la fascia lata movilizan la misma en rotación externa.

Este fortalecimiento unido a ejercicios de coordinación y movimiento del aparato locomotor, nos ayudará a mejorar la estabilidad de la articulación al mantener tonificados los músculos a la vez que los ejercicios de automasaje con foam rollers sobre los grupos musculares asociados a las mismas como los cuádriceps, isquiotibiales, etc, nos pueden ayudar a que el deslizamiento en el  tejido conectivo esté libre de adherencias, que suelen ser consideradas las responsables del dolor asociado a la falta de movilidad y ejercicio. En palabras de James Earls [...] «Todas estas capas miofasciales, aunque están separadas en términos de profundidad y las fuerzas que transportan, están conectadas entre sí por un tipo diferente de tejido fascial rico en líquido, conocido como tejido conectivo areolar o laxo; proporciona la lubricación dentro del sistema que permite que cada plano se deslice sobre su vecino. Sin embargo, este tejido es propenso a cambios en la hidratación local, creando adherencias que inhiben el movimiento relativo entre los diferentes planos.». [7]

En consonancia con esta descripción, la anatomista Carla Steco lo describe de la siguiente manera: «permite deslizarse entre los diversos músculos y órganos [...] y su función principal es facilitar el deslizamiento y actuar como relleno intersticial.» [8]

 Si bien el consenso sobre los medios de mantenimiento del tejido conectivo y la posibilidad  de disolver estas induraciones es diverso, la evidencia empírica demuestra que prácticas simples de auto-masaje pueden ayudar a mantener el tejido libre de adherencias. Por ende es muy probable que la falta de ejercitación y movilidad conlleve un cambio drástico en la elasticidad y en la forma del mismo. [10]

Deformidades de las rodillas y el yoga

Si bien la implicación que tienen las deformidades, sean estas congénitas o adquiridas sobrepasa el alcance de este artículo y lo que podemos hacer en relación a esto no es mucho en una clase de yoga, no está de más tener en cuenta que de un modo u otro estas formas pueden estar presentes en nosotros mismos o en cualquier practicante. Hay cuatro de estas “condiciones” de las rodillas, que creo es una palabra más adecuada para describir a las mismas y quitarle la connotación negativa que la palabra “deformidades” tiene, ya que en muchos casos estas se manifiestan desde los primeros años de vida y durante las etapas de crecimiento y desarrollo humano. 

Estos llamados genu cuya etimología proviene del latín y que simplemente quiere decir rodilla,  suelen estar acompañados de la condición particular de las mismas:  recurvatum, flexum, valgum y varum. Aunque el mismo nombre ya nos da pistas de qué describen los mismos, aquí un breve resumen de algunas de estas condiciones de nuestras rodillas que se pueden dar en diferentes grados sin necesariamente ser patológicas y no está mal entrenar la observación para poder distinguirlas, incluida la del propio conocimiento de cómo son las nuestras. 

  • Genu valgum: es una condición relativamente común y popularmente conocida como piernas en X. En bipedestación se produce un acercamiento de las rodillas hacia la línea media del cuerpo. Sin que esta condición llegue a ser extrema, esto afectará sobre todo al desempeño de las posturas de pie y en especial las unipodales. La práctica y mejora de la coordinación de la extremidad inferior suele ayudar a que estas personas con rodillas en X puedan adaptar mejor estas posiciones a esta condición particular. En algunos casos se necesitará de la ayuda de la cercanía de una pared para mejorar la estabilidad. 

  • Genu varum: esta categoría es una suerte de inversión de la anterior. Aquí las rodillas en bipedestación se mantienen alejadas de la línea media del cuerpo haciendo que las mismas no se toquen. El nombre por el que se conoce esta condición es rodillas en C o O, en alusión a la forma de paréntesis que tienen observadas desde el plano frontal. Suele producir problemas sobre los cartílagos y meniscos de la rodilla con el paso del tiempo. Algunos de los ejercicios descritos para la mejora de la coordinación y movilidad de la extremidad inferior suelen ayudar a reducir el dolor y las molestias pero no pueden revertir la configuración ósea de nuestro esqueleto. 

  • Genu flexum: el flexo de rodilla es una restricción de la extensión de la rodilla que puede ser parcial o permanente. Suelen padecerla sujetos que han pasado por cirugías agresivas de la articulación y en otros casos cierto grado leve no patológico puede ser congénito. Podremos aliviar un poco las molestias derivadas de esta, usando un cojín debajo de las rodillas en la fosa poplítea durante la relajación y trabajar la movilidad de los gastrocnemios o gemelos en posiciones como el perro boca abajo para intentar mantener móvil el tejido circundante. He podido atestiguar a lo largo de los años cómo estudiantes con grandes cicatrices producto de cirugías invasivas de rodilla parecían tener la articulación congelada y restringida en una semiflexión permanente.

  •  Genu recurvatum: esta se caracteriza por una hiperextensión de la articulación que puede ser moderada o en algunos casos extrema (por encima de los 10 grados de extensión). Recordemos que la extensión normal de la articulación son soólo 0 grados. Suele ser visible en individuos hiperlaxos, en un contexto de hipermovilidad general de todas las articulaciones del cuerpo y asociadas a un tejido conectivo móvil. Sus portadores deben trabajar en establecer límites conscientes para evitar lesiones en la práctica. 

Entender los matices de cada una de estas formas en que se expresan nuestras rodillas suele ser el trabajo de ortopedistas y otros profesionales médicos que lidian con los casos más graves de estas manifestaciones. Si profundizamos un poco en la literatura médica sobre el tema, veremos que muchas patologías no se producen de modo aislado, sino que suelen estar en conexión con el resto del sistema musculoesquelético y es en la cadera, la columna y los pies donde muchas veces tienen origen estos desajustes estructurales que se manifiestan en las rodillas. Resulta que, desde una perspectiva integradora y holística que ya no es únicamente un acto de imaginación, sino un nuevo paradigma aceptado por la anatomía moderna, las rodillas y sus tejidos vivos son parte de un todo interconectado al resto del cuerpo a través de las cadenas miofasciales. Por ende, el trabajo sobre estas cadenas de la pierna y el resto del organismo a lo largo del tiempo pueden resultar en una mejora y reducción del dolor en individuos de un amplio rango de edades y de condiciones de salud. He visto personas muy jóvenes padecer lesiones constantes en las rodillas por poseer articulaciones muy móviles y mejorar su práctica  aprendiendo a evitarlas al conocer mejor su cuerpo a través de un entrenamiento propioceptivo y de coordinación. En el otro extremo he podido atestiguar como alumnos senior con desgaste articular y restricción de la movilidad en las rodillas, han mejorado y reducido el dolor con algunos de los ejercicios simples que he descrito anteriormente.  

Es importante elegir una esterilla que tenga un grosor suficiente para ayudarnos a proteger las rodillas durante la práctica. Foto por Sophie Glossin.

Estrategias para cuidar las rodillas durante la práctica

Independientemente del estilo de yoga postural que nos guste practicar, algo que siempre podemos hacer para evitar someter a los cartílagos y demás estructuras blandas de la articulación a una sobrecarga, es reflexionar sobre el grosor de la esterilla que usamos para realizar nuestra práctica diaria. Si bien es cierto que una esterilla más gruesa suele aportar menor estabilidad, especialmente durante las posturas de pie, en general una más gruesa proporcionará menor compresión a la articulación que una más fina. De todas formas esta debería de ser lo suficientemente firme para permitir un efecto de amortiguación sobre las articulaciones. Quizás para un practicante más joven esto no sea un problema demasiado importante a considerar, pero como todas las acciones repetitivas que realizamos con nuestro cuerpo, también debemos pensar en el efecto acumulativo a largo plazo de nuestra práctica. No son pocos los yoguis y yoguinis jóvenes que han generado un desgaste articular acelerado por sobreexceso de trabajo, tal como suele pasar a veces en el caso de los deportistas profesionales. Por ende, deberíamos ser capaces de tomar conciencia de cómo estarán las articulaciones de los practicantes más jóvenes que se han sentidos atraídos por la práctica y que hoy suelen ejercitarse en estilos demandantes sobre las rodillas y las muñecas como el ashtanga yoga dentro de una década. Quizás la mejora en la formación y en los estándares exigidos a los instructores ayude a que en el futuro se tomen acciones de prevención que no dañen el cuerpo a largo plazo.

Las almohadillas ayudan a reducir la presión sobre las rodillas de una manera eficaz y también se pueden usar en las muñecas. Foto Sophie Glossin.

En el caso que no queramos usar una esterilla más gruesa, otro prop o accesorio interesante para la práctica son las almohadillas de poliuretano que facilitan notablemente el apoyo sobre las rodillas y también las muñecas. Su uso disminuye la presión intrarticular haciendo que muchas posturas estáticas se puedan sostener de manera más confortable y de una manera potencialmente menos lesiva. Un ejemplo de esto son las posiciones en cuadrupedia como los comunes estiramientos del gato y la vaca, que forman parte de la rutina diaria de la práctica de una buena parte del yoga moderno. En las variaciones donde hay una pierna en el aire la presión suele ser aún mayor debido a una razón puramente física: ponemos más kilos de presión sobre una rodilla que sobre las dos al  quedarnos sobre dos puntos de apoyo en vez de en cuatro.

Aun así habrá personas que estén impedidas de cargar peso sobre las rodillas por lesiones preexistentes o bien por indicación de un profesional de la salud. En estos casos es bueno replantear el trabajo y pensar cómo adaptar individualmente algunos de los ejercicios propuestos de propiocepción, movilidad, coordinación y fortalecimiento si este último estuviera indicado.

 

Bibliografía y lecturas recomendadas:

  • Anatomía para el movimiento, tomo I, Blandine Calais-Germain, ed. La Liebre de Marzo.

  • Fascial Fitness, Robert Schleip y Johana Bayer, ed. Lotus Publishing.

  • Yoga terapéutico 3. La terapia estructural, Mukunda Stiles, ed. Robin Books.

  •  Functional Atlas of the Human Fascial System, Carla Steco, ed. Churchill Livingstone .

  • Born to walk: Myofascial Efficiency and the Body in Movement. James Earls, Lotus Publishing.

  • La fascia, un mundo desconocido bajo la piel, documental de la DW.


NOTAS:
 [1] Ver publicación de Tom Myers sobre el contínuo miofascial, https://www.anatomytrains.com/blog/2018/11/12/anatomy-trains-fact-or-fiction-tom-myers-responds/ último acceso al artículo 02/09/2021.

[2] El concepto original de tensegridad fue acuñado por Richard Buckminster Fuller y se corresponde a un tipo especial de construcción que luego se ha usado para explicar las cualidades del tejido conectivo humano. 

[3] Ver documental La fascia un mundo misterioso bajo la piel -4’ 19”- de la Deutsche Welle, donde el  doctor Jan Wilke prueba con ultrasonido el desplazamiento entre las fascias en puntos distales de donde ocurre el movimiento original. 

[4] Ver Anatomía para el movimiento, tomo II, base de ejercicios, página 223.

[5] er Fascial Fitness, Robert Schleip y Johana Bayer, Fascial Fitness, sobre los efectos terapéuticos del masaje, página 191.

[6] Ver El yoga terapéutico 3. La terapia estructural, páginas 158-159.

[7] Ver Born to walk. Myofascial Efficiency and the Body in Movement, James Earls, página 41 (traducción Ciro Berenguer).

[8] Ver Functional Atlas of the Human Fascial System, Carla Steco, página 8 (traducción Ciro Berenguer).

[9] En un campo de estudio incipiente como es el del tejido conectivo y en el que aún queda mucho camino por recorrer, las opiniones de los diferentes especialistas en la materia difieren. De todas formas, a través del trabajo experimental de Helene Langevin en ratones, los estiramientos y el masaje proporcionan un estímulo suficiente para el mantenimiento de la elasticidad del sistema miofascial. Ver The Science of Stretch (w/ Dr. Helene Langevin, Harvard Medical School and Brigham Women 's Hospital).

[10] Ver Fascial Fitness, Robert Schleip y Joana Bayer, para una fotografía de una prueba de ultrasonido en el tejido conectivo normal y uno que ha permanecido inmóvil durante varias semanas con una escayola, pág. 71.